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Historia del vestido de novia (1ª parte)


Blancos blancos cromáticos y acromáticos


A lo largo de la historia los colores de los vestidos de novia han variado mucho dependiendo de diferentes factores. Actualmente es común ver a las novias vestidas de blanco, en ocasiones con accesorios de los colores más variados, pero en su mayoría el vestido es blanco, o al menos en un color de la misma gama, como ivory, arena, marfil, platino, concha, lino, perla, champaña u otros.


En la Grecia antigua las novias llevaban túnicas y mantos en diferentes colores, adornadas con flores en el cabello.


En Roma se seguía la tradición de vestir a la novia con una túnica rígida blanca, color de Himeneo, dios de la fecundidad y el matrimonio. El atuendo nupcial se completaba con un cinturón (el nudo de Hércules) y un velo y zapatos color azafrán.


Durante la Edad Media y el Renacimiento era común que las clases más ricas utilizaran prendas elaboradas con telas en colores fuertes, como púrpuras, rojos o azules, ya que ese tipo de tintes requerían de tejidos suaves, además de mantenimiento especial para evitar que se decolorara, siendo así que esos colores simbolizaron el poder económico y social de ciertas familias.


Retrato de Julia Farnesio

En algunas ocasiones utilizaban el blanco, para demostrar el poder económico y social de su familia, ya que este color requería tantos cuidados o más que los colores fuertes. En el artículo “¿Por qué las novias visten de blanco?” te explico más del color blanco y su relación con la nobleza.


Como te he contado en el referido artículo, los vestidos de novia de las clases altas se elaboraban en ricos y delicados tejidos, muy diferentes a las tramas burdas y hasta rasposas que las clases menos favorecidas utilizaban. Otro caso era el de los comerciantes e industriales artesanos, clases sociales nacidas de entre la llamada clase media que haciendo gala de las ganancias de su trabajo gastaban en las bodas de sus hijas casi tanto como los nobles. Estos últimos, en un intento fallido de diferenciarse, comenzaron a agregar largas colas y amplias mangas a los de por sí ya voluminosos vestidos, convirtiendo de esta forma a la cola del vestido de novia en el nuevo símbolo que dejaba en claro la opulencia de la familia.


El color verde se evitó durante muchos años, ya que se relaciona con las hadas y por consiguiente con la magia. Y los tonos naturales como beige, arena y marrones, eran comunes en la ropa de las clases bajas, por lo que los nobles evitaban su uso (hoy los adoramos). Fuera de eso, los vestidos de novia se utilizaban en todas las gamas cromáticas.


A partir del siglo XVII, la industrialización permitió crear telas en tonos pasteles, siendo una vez más asequibles solamente por las clases altas. Entonces las novias de familias poderosas popularizaron los vestidos rosas, azules y amarillos. Exigiendo más a las familias reales, quienes marcaron la diferencia tramando sus telas con hilos plateados y dorados, aplicando suntuosos bordados en hilos de oro y plata. Variando muy poco desde esta época y hasta el siglo XIX.


Boda de María de Médicis y Enrique IV de Francia, de Jacopo Chimenti, 1600


Vestido de la princesa Charlotte, Inglaterrra, 1816

Entonces la recién nacida clase media, utilizaba los colores oscuros o grisáceos, de cola corta o sin ella, sin tantos adornos y encajes, con la finalidad de convertir después sus vestidos de boda en vestidos de domingo. Cuando agregaban adornos, tenían que ser fáciles de retirar y transformar como lazos y flores, para así obtener ágilmente un traje distinto cada semana.


Vestido gris de novia, llevado por Mary Browfield, Inglaterra, 1842


Mañana la 2ª parte de la historia del vestido de novia.


¡Hasta la próxima!


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